Mi columna de opinión en EL TIEMPO, Septiembre 25 de 2016
La riqueza de la cocina cartagenera es infinita. Se trata de la mezcla de herencias y costumbres de aventureros del mar, corsarios, conquistadores y esclavos que trajeron su sazón, sus ingredientes, sus recetas y que poco a poco se fusionaron con la tradición local, creando una sola alquimia en los fogones integrando la evolución de muchos años con los gustos populares.
Repasando la extensa cantidad de preparaciones que trae la biblia sagrada de esta cocina, el recetario ‘Cartagena de Indias en la Olla’, de Teresita Román de Zurek, es imposible no evocar al gastrónomo y poeta de la culinaria colombiana Lácydes Moreno Blanco, que afirmaba, y con razón, que los sabores de la bella metrópoli del Caribe colombiano se encontraban en vías de extinción. Esta es la ciudad más turística del país, visitada por nacionales y extranjeros que llegan a recorrer sus rincones y a satisfacer el paladar. Pero la triste realidad es que la oferta de la gastronomía local es muy pobre; su cocina va mucho más allá que la posta negra, el arroz con coco y las carimañolas, recurrentes en las cartas de los restaurantes.
De postre: en la 69 con 10.ª en Bogotá, vuelve el Ciervo y el Oso, y está mejor que nunca gracias al talento de Marcela Arango y su equipo de cocineros.