Mi columna de opinión en EL TIEMPO, mayo 29 de 2016
En el mundo de las redes sociales todos somos críticos de política, literatura, deportes, arte, medioambiente, publicidad y, por supuesto, gastronomía. Especialistas en generalidades. Pero una cosa es comentar u opinar y otra muy diferente es asumir el papel de crítico formal.
Por supuesto que todos tenemos derecho a expresar nuestras opiniones, de eso se trata la democracia de las redes, pero seamos sensatos; se puede confesar la ignorancia en materia culinaria, ya que pienso que para escribir de ella no hay que ser necesariamente un chef y al mismo tiempo fomentar la pasión por la comida, utilizando un tono ameno para hablar de los descubrimientos, gustos y disgustos de visitas a restaurantes.
Pero cuando se asume la falsa maestría calificando, juzgando y menospreciando sin tener un paladar lo suficientemente entrenado y viajado, se hace mucho daño a una industria que se ha venido estructurando con esfuerzo y sacrificio, por parte de quienes invierten su vida en ella.
Una crítica irresponsable puede afectar el éxito de un restaurante que apenas está consolidando su clientela.
No olvidemos que en el tema de sabores porque “entre gustos no hay disgustos”, algunos odian el ajo y otros adoran el perejil, es totalmente subjetivo.
Pero ojo queridos cocineros, chefs y restauranteros, sugiero estar atentos a la crítica objetiva y constructiva porque conozco algunos que consideran que su sazón no admite discusión y que cuando un comensal expresa su desconexión o insatisfacción con ese increíble plato de autor, por demás bellamente presentado que usted le recomendó, posiblemente se debe a la falta de mundo y cultura de gustos acostumbrados al chicharrón, la pizza y la hamburguesa.
Enseñemos a los clientes a comer y aprendamos de ellos a cocinar. Buen provecho.
De postre: divertido y práctico el libro de Catalina Alba ‘No le tenga miedo a la cocina’, perfecto para aquellos quienes se inician empíricamente en los fogones.