Mi columna de opinión en El Tiempo, Enero 30 de 2016
“El costo de la vida sube/ otra vez el peso que baja,/ ya ni se ve/ y las habichuelas no se pueden comer,/ ni una libra de arroz/ ni una cuarta e café./ A nadie le importa qué piensa usted,/ será porque aquí no hablamos inglés”.
Por estos días me recordaron esa canción de Juan Luis Guerra, a propósito de la disparada del dólar, un problema que afecta negativamente a muchos sectores, incluido el gastronómico. Pero como dicen que al mal tiempo buena cara, en el caso de la comida, no es tan lejana esta afirmación. La otra noche en el restaurante de Harry Sasson, lo vi salir de la cocina con un bandeja que contenía un enorme trozo de carne de res, como los que devoraba Pedro Picapiedra, y él orgulloso lo paseó por su comedor, antojando a todos con el aroma; pude atisbar en el chef una leve sonrisa de satisfacción. No tardé en llamarlo para que nos explicara y, por demás, trajera esa delicia. Para asombro mayor, contó que de un tiempo para acá viene buscando los mejores proveedores de carne nacional y que se ha llevado una grata sorpresa durante la pesquisa. No me detengo a hablarles de la exquisitez en cada bocado, ni de la suavidad, ni de la jugosidad, no, más bien me detengo a decir que este tema del dólar es una tremenda oportunidad para que la industria colombiana se pellizque. Claro está que se requiere del apoyo del Gobierno nacional, pero también se trata de que exijamos mejor calidad de lo local a precios justos.
De postre: Baita, sabroso restaurante de comida del Medio Oriente, quinta con 69 (Bogotá).