Mi columna de opinión en EL TIEMPO, 23 de Agosto de 2016
El café es cómplice del amor y del desamor, del trabajo y de la amistad. Es la excusa perfecta para conocer a alguien, para cerrar un negocio y para el reencuentro, es el aliado de los escritores, poetas, bohemios y artistas; como bien decía Rubén Darío, el poeta nicaragüense de Margarita, está linda la mar y el viento: “Una buena taza de su negro licor, bien preparado, contiene tantos problemas y tantos poemas como una botella de tinta”.
Del café se habla de la misma manera que de una relación entre dos amantes, que es malo, que es bueno, que es adictivo, que es imprescindible, que es rico, que es feo, que es gustoso y necesario, que es irremplazable, inquietante y vigorizante. Hay quienes no pueden arrancar el día sin una taza de esta amarga pócima, otros la necesitan para terminar una comida o con el postre y hay los que piensan que un café sin cigarro es como un romance sin besos, imposible. En cambio, para mí, el encuentro con esta bebida es nuevo. Aunque su olor me embriagaba y le di varias oportunidades, irremediablemente mi cuerpo lo rechazaba. Tal vez no estaba lista y seguía siendo un amor imposible. Por estos días, estuve en una reunión con expertos en el tema y aprendí, por ejemplo, que el agua jamás debe hervir, que un espressso tiene menos cafeína que un americano, que dependiendo de la técnica utilizada, porque las hay muchas, japonesa, francesa, italiana, con greca, con media, en cápsulas, etc., puede cambiar el sabor, el nivel de acidez y hasta el aroma. También supe que el grado de tostado y molienda del grano y la cantidad utilizada por cada taza influyen en el resultado final. Caí perdidamente enamorada del café, que no me oiga el té. Soy una ignorante en la materia, esta nueva pasión me exige el reto de comprenderla a fondo. Por suerte hay varios lugares en el país que se encargan de hacer el bautizo o iniciación cafetera.
No sé qué tan cierto es que tenemos el mejor del mundo –esto mismo se lo he oído decir a guatemaltecos y brasileños–, pero sí sé que la industria de cafés boutique, artesanales y de excelente calidad, es cada día más creciente en el país. Bravo. Ojalá cada vez más aprendamos a disfrutar, saborear y preparar el café como es debido, es nuestra bebida nacional. Lo conocemos poco y aún tenemos mucho que explorar sobre sus virtudes y misterios. Buen provecho.
De postre: Linda y bien surtida Kava Terroir, la tienda de vinos del grupo Inverleoka, en la carrera 6ª. n.° 119B-32.