Mi columna de opinión en EL TIEMPO, domingo 26 de Julio
Una de cada nueve personas en el mundo padece de hambre. Si achicamos el mapa y nos adentramos en Colombia, la cifra sigue siendo escandalosa y aterradora, pero si reducimos aún más el panorama y decidimos, por ejemplo, concentrarnos en los niños, produce escozor saber que aproximadamente 100 pequeños han fallecido en lo que va corrido del año, por física inanición, según los casos reportados y publicados.
Yo no estoy contando nada nuevo, ya lo hemos leído, oído y conversado. Y creo que a todos los colombianos nos duelen estas noticias, como cuando nos enteramos de que en la etnia wayú la muerte de infantes por desnutrición es pan de todos los días. La culpa de todo esto recae, por supuesto, en los entes gubernamentales responsables. Importante que entiendan que el hambre no consiste únicamente en no tener qué comer, sino que también influyen la calidad y la cantidad de los alimentos. Que no vengan ahora a llenar por llenar, calmando esta necesidad básica con migajas, como mogollas con agua de panela, o calados con maíz peto. A barriga llena no siempre hay corazón contento, se trata de nutrir y no solo de saciar. Lo paradójico del tema es que estamos parados sobre tierras de una riqueza infinita y gran variedad de alimentos.
Quienes padecen hambre terminan con gravísimos problemas de desnutrición, que conducen a diversas enfermedades que conllevan a la muerte o dejan secuelas irreparables influyendo en el crecimiento, la inteligencia, la motricidad y la salud; en otras palabras, una muerte en vida.
Si el Gobierno, sinceramente, quiere llegar a la firma de la paz, no debe descuidar sus políticas de Estado sobre seguridad y soberanía alimentaria. El hambre llama a la delincuencia, a la violencia, a la agresividad y, en conclusión, a la guerra. Si somos un país donde el hambre no da tregua, no hay tregua que valga con los delincuentes al margen de la ley. La guerra se alimenta de la injusticia social y del hambre.
Llegó el momento de actuar. Los ciudadanos del común no tenemos el poder del gobierno, pero sí tenemos nuestra voz. Propongo hacer una protesta pacífica, inundando las redes sociales, los correos de los gobernantes, los medios de comunicación y demás, diciendo: NO MÁS MUERTOS DE HAMBRE EN COLOMBIA, dejemos la indiferencia, hagámonos oír.
De postre: ¿ya se animó a visitar, conocer y mercar en alguna plaza de mercado colombiana?