Mi columna del 31 de mayo en EL TIEMPO
Hace un tiempo, me reencontré con el paraíso, con un lugar sorprendente e inimaginable, lleno de colores, sabores, olores, texturas, gente linda, cálida y sencilla. Un lugar solidario, sonriente, vibrante. Un lugar en el que se vive intensamente la riqueza y biodiversidad colombiana. Un lugar que abruma a los extranjeros. Un lugar donde hasta los más encopetados y los más humildes se encuentran y comparten. Un lugar mágico. Me reencontré con las plazas de mercado.
Si desea conocer a fondo nuestro país, no es si no que se adentre y recorra los pasillos de cualquier mercado colombiano y mejor aún, si se pierde por los puestos de las papas, las remolachas, las hierbas, los plátanos y el bagre. Podrá reconocer nuestra variedad de climas, de acentos, de tierras, de ríos y de mares que es invaluable. Y ni hablar de su gente, trabajadora, comprometida y portadora de los sabores básicos, los esenciales de nuestra amplia gastronomía.
Queridos amigos, los invito a que vivan la experiencia de mercar en una plaza colombiana, les garantizo que saldrán felices, llenos de alegría, con increíbles ingredientes para cocinar en familia y con ganas de volver. Buen provecho.
De postre: Hambre, el libro del argentino Martín Caparrós, desgarrador, incómodo y tan terriblemente doloroso como real.
Hola Margarita, precisamente ahora estoy en Bogotá y estuve preguntando por las plazas de mercado. Colecciono en mi memoria en las que he estado y las de Bogotá parecen no ser menos de agradables y llenas de color y vida que las de cualquier pueblo en Colombia, gracias por el recordatorio.
Hola querida amiga: A mi me encanta ir al mercado, y comprar con los “marchantes”, que te dan lo que les pidas y más. Es muy agradable y me recuerda a mi niñez. En México se ha perdido eso de ir al mercado, porque a mucha gente le depositan el sueldo en una tarjeta de crédito y los mercados, salvo los abarrotes, te aceptan la tarjeta. Como siempre un placer leer tu columna.
Saludos. Lidia.