Mi columna del Domingo publicada el 29 de Septiembre de 2013 en EL TIEMPO
En la historia del arte universal la comida siempre ha estado presente. Grandes artistas de la talla de Leonardo Da Vinci, Van Gogh y Matisse, por mencionar algunos, la han adoptado como musa. En importantes museos, encontramos pinturas de bodegones, cenas y banquetes, así como también las viandas y costumbres culinarias de diferentes épocas y momentos. Algunos fueron más osados; tal es el caso de Giuseppe Arcimboldo, quien usó frutas y hortalizas para dar forma a diferentes retratos que podemos apreciar en sus cuadros Primavera, Verano, Otoño, e Invierno, entre otros.
Hay un talentoso artista brasileño contemporáneo que usa la comida como nadie para plasmar imágenes que conocemos y reconocemos, como el retrato del Che Guevara hecho con fríjoles negros. Se trata de Vik Muniz, quien por estos días expone en el Museo del Banco de la República, en Bogotá. Recorrer esta exhibición, llamada “Más Acá de la Imagen”, es un verdadera golosina visual.
Si bien hay obras con diferentes elementos como papel, basura, diamantes, etc., las que más me llaman la atención, son las que están hechas para antojar, seducir y provocar con ingredientes tan comunes como el azúcar o el chocolate.
Los alimentos no son usados al azar. De alguna manera todos están ligados con el contenido del cuadro. Por ejemplo, a lo lejos se ven dos imágenes de la Monal Lisa en una misma obra, -Mona Lisa doble, de la seria después de Warhol- . Al acercarse para detallarla, sorprende descubrir que una está hecha con mantequilla de maní y la otra con mermelada de fresa, tal y como el famoso sándwich de EE.UU., país donde nació el artista pop que la inspira.
La serie de retratos de niños en azúcar endulza el salón. Cuando Muniz conoció estos hijos de cultivadores de caña, decidió plasmar sus rostros, con la materia prima que le da el sustento a la familia. En otra pared hay dos imágenes en gran formato, de personajes que hemos visto en películas de terror, legendarios íconos de Hollywood, Frankenstein y Drácula, dibujados con caviar. Un ingrediente tan glamuroso como el cine y tan singular como este par de monstruos.
Al terminar el recorrido por esta sorprendente exposición, comprendo entonces que la comida es usada por este genial artista, no para nutrir el cuerpo, sino para alimentar el alma, la creatividad y las emociones. Para chuparse los ojos.
De postre: Imperdibles los pies de coco y de mamey del restaurante La Manzana, en el mismo museo.
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