Mi columna gastronómica, publicado el Domingo 21 de Abril de 2013 en EL TIEMPO.
A propósito de la Feria del Libro en Bogotá, la oferta de recetarios y libros dedicados al arte de comer es inmensa, y es parte importante en el negocio de la industria editorial. En su mayoría están muy bien diseñados y son apetitosos, con solo ver sus fotos se hace agua la boca. Pero lamentablemente para el bolsillo y el hambre, detrás de muchos hay un terrible facilísimo, donde las recetas no han sido ensayadas y están mal redactadas.
Libros que parecen pensados más para decorar, que para ser usados en la cocina y que pasaron de la mesa del comedor a la mesa de la sala.
Tampoco es claro para quienes están dirigidos, si para amas de casa o para expertos en el tema. Lo cierto es, que cuando nos encontramos frente al reto de preparar algún platillo, podemos padecer la más horrible frustración, porque su resultado no es ni remotamente parecido a lo que muestran las páginas impresas. Pasa lo mismo que con las fotos de los restaurantes de comida rápida, que producen jugos gástricos del antojo, y terminan siendo lo menos parecidas a la realidad, puras fotos de ficción.
Debería ser mandato obligatorio que antes de publicar las recetas, estas sean probadas tal y como están escritas. Como no se sabe quienes lo hacen y quienes no, y para no desechar el sueño de cocinar rico, comparto un par de secretos que no tienen pierde.
El primero consiste en leer la receta varias veces de principio a fin, casi memorizándola, identificando si algún paso o ingrediente no es claro, haciendo un mapa mental de todas las instrucciones. La intuición y el sentido común son importantes. Si le parece que está incompleta o que algo no cuadra, viene el segundo consejo: no está de más consultar y resolver las dudas antes de poner las manos en la masa. El viejo dicho ‘echando a perder se aprende’ no siempre funciona en la cocina. De esta manera se disminuirá la probabilidad de desperdiciar, o de perder al amigo que se vio obligado a zampárselo, tampoco tendrá que suspirar pensando ‘esa platica se perdió’ arrumando su libro en el olvido o dejándolo como un adorno más.
No es que la cocina sea un imposible, sino que como en cualquier nuevo proyecto que se emprende, es vital hacer las investigaciones respectivas y entender los procedimientos,antes de lanzarse a la piscina.
Se debe leer cada receta como si fuera un poema, buscando descifrar e interpretar cada palabra y cada silencio.
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Esta frase tuya, debería ser una LEY MUNDIAL, :”Debería ser mandato obligatorio que antes de publicar las recetas, estas sean probadas tal y como están escritas. “.
Asimismo, cada libro es cada vez mas “sartenero” y poco cultural. Me doy con un portazo cuando encuentro que “El maracuya” nace en Islandia y la papa es de Finlandia, excelente nota. Felicitaciones y con tu permiso lo cuelgo en mi Fb
Rodolfo Tafur