“El más noble de los perros es el perro caliente. Es el único que alimenta a quien lo muerde”. Con este texto, el escritor inglés Peter Lawrence hace un elogio a mi protagonista de hoy.
Si me preguntan qué quiero de comida en mi última cena, sin dudarlo contesto: un perro caliente. No puedo explicar realmente el porqué, pero nada me provoca más. Y mi problema con el perro caliente es ese, es de antojos, me entran unas ganas incontrolables de comerme uno y generalmente tengo que saciarlas en muy corto tiempo.
La salchicha es uno de los alimentos procesados más antiguos que existe, fue mencionada en la Odisea de Homero en el siglo IX A.C: “Cuando un hombre junto a una gran hoguera ha rellenado una salchicha de grasa y sangre y la vuelve a un lado y a otro, y espera con ansiedad que no tarde en asarse…”
Durante mucho tiempo fue preparada de diferentes formas, pero en 1852 en Frankfurt Alemania, unos carniceros realizaron una salchicha especiada, ahumada y envuelta en una delgada tripa, casi transparente y la llamaron “Frankfurter” como homenaje a su ciudad. Le dieron una forma más delgada y ligeramente curva, a petición de un carnicero dueño de un perrito dachshund, que era muy popular en ese entonces.
UN PLACER
No creo que sea la gran especialista, pero considero que soy una buena catadora de perro caliente. No importa el restaurante en el que esté, si lo tiene el menú siempre lo pido. Me gustan sencillos, sin tantas salsas, mi favorito entre todos es el de la estación de gasolina Star Mart, aunque en el American Burger son para chuparse los dedos. Es mi compañero inseparable en el cine con coca-cola.
El clásico perro neoyorquino, que venden en los estadios de béisbol y en Central Park es una salchicha cocinada al vapor y servida entre un pan blandito, bañada con mostaza y salsa de tomate. La creatividad culinaria ha hecho que le adicionen diferentes ingredientes como piña, queso, cebollas, pepinillos, papitas trituradas, chile con carne, por mencionar algunos. En Chile por ejemplo es común agregarle guacamole, en Londres le ponen páprika y en cada país adoptan ingredientes propios, que hacen de esta preparación un plato universal.
El perro caliente es el amigo fiel de los rumberos, que antes o después de la fiesta, calma el hambre y asumo yo que ayuda a bajar los efectos etílicos. En todo menú infantil siempre se encontrará. Tal vez es la comida rápida más popular que existe y en mi opinión la ideal en caso de tener poco tiempo para comer. Por supuesto uno de los grandes placeres es untarse y ensuciarse, pero no siempre se pueden permitir estas licencias. Tengo una estrategia para que esto no me pase, pongo las salsas y las papitas en el pan y encima la salchicha, haciendo un poco de presión, nunca me ha fallado.
MI RECOMENDADO
El restaurante American Burger en la calle 85 No. 18-90, es un clásico en Bogotá. Tienen las mejores hamburguesas 100% carne, la crema de tomate es deliciosa, el perro caliente delicioso, el chile con carne inigualable y para rematar no hay nada como la torta de chocolate hecha en casa con helado de vainilla. Para chuparse los dedos.